La Verdad Triunfará.
Frente al Poder de la mentira. (publicado en la Revista La Voz de La Cisterniga Nº49) Ambos artículos por Oskar Alvarez.
La verdad es un concepto análogo, no unívoco; puede tener varias acepciones. Y en este artículo reflexiono atendiendo a sus significados como verdad ontológica o transcendental, (algo es verdadero cuando es real) y la verdad del discurso (verdad moral frente a la mentira).
Como universal significa realidad, no engaño; perdura en el tiempo. Es constante, persistente, silenciosa, siempre existe. Poderosa y libre. Siempre resurge, como el dolor. Es el continente de la virtud, la honestidad y la belleza. Es por ello que el hombre tiende a la verdad, porque significa su destino: el conocer todo aquello que se le presenta en el mundo.
Para Sócrates “El Justo”, según nos lo define Platón, la verdad es una continua búsqueda, inacabada siempre. Y para discurrir dicho camino no existe método más válido que la dialéctica, el continuo discurso entre personas, lleno de planteamientos, y si a ello se le añade la ironía…pues el viaje se alcanza más feliz. Planteaba que nunca se alcanzaría la verdad pues es superior al hombre, pero no le eximía de ser fiel a la definición de las cosas y por ello buscarla siempre.
Atendiendo a sus enseñanzas, todo aquello que se nos presente como cierto, ha de ser contemplado con actitud crítica y analítica, para tras reflexión sobre ello, proponer el sentido verdadero de lo que se está contemplando. No servirá por tanto la simple replica, o la crítica simple. Cada hombre debe ser consciente de su ignorancia y por ello capaz de aprender; y con argumentos proponer una verdad. Cabe detallar que tan extraordinario maestro acabó sus días bebiendo la “cicuta” como sentencia de “impiedad” tras acusarle de corromper a la juventud con sus diálogos por la verdad. Todo un mártir de la intolerancia del siglo V a.C. No obstante, siglos después, es Sócrates quien es recordado como el gran maestro, el que guiaba al descubrimiento de la verdad de la existencia, y el que viviendo libre, murió en paz.
Vemos en este ejemplo que ya desde los albores de nuestra civilización aquello de buscar la verdad de forma individual y como obligación del ser como persona, no terminaba de gustar a aquellos que valiéndose de su condición preeminente en la sociedad la dictaban a su manera, la tergiversaban o directamente la negaban aplicando la mentira como fórmula de control social. Utilizaban la negación del conocimiento y la ignorancia como arma por y para el vulgo. Ya Aristóteles veía tristeza y odio en este planteamiento, recordando que la continua búsqueda de la verdad se acompañaba de felicidad (verdadero objetivo del hombre para él), pues en ella hay gozo y hasta a los mentirosos no les gusta que les mientan. Por lo tanto, siendo posible tener razón en el conocimiento de la verdad de las cosas, no es en rigor honesto imponerla, sino mostrarla al ignorante, enseñar el camino a su descubrimiento y permitir su disfrute.
No obstante, esta lucha: veritas vs mentiri se ha mantenido a lo largo de los siglos. Todo aquello que fuere conocimiento y verdad significaba poder y con ello riqueza; asi que los poderosos, los gobernantes se aplicaron con fervor a mantener la ignorancia desenfrenada, impidiendo el acceso al conocimiento: a la verdad. Ellos imponían su verdad interesada.
Ya en el mundo moderno y con Rene Descartes (siglo XVI) se produce una inflexión notable en el pensamiento. Introduce lo que se conoce como duda hiperbólica. La duda de los sentidos, de si estamos despiertos o no, o si somos engañados por un “genio maligno”. El maestro del racionalismo nos obliga a replantearnos lo que percibimos a través de los sentidos y para ello utiliza la duda como método para alcanzar la verdad. Para él, la búsqueda de la verdad era la búsqueda de Dios mismo. Para Descartes solo existía una verdad indiscutible y no era otra que la propia existencia: “cogito ergo sum”: pienso, entonces existo. Y a partir de ahí, la búsqueda de otras certezas.
Por lo tanto, apuntaba a la responsabilidad del hombre en su propia búsqueda de la verdad aplicando la duda en todo aquello que pareciera existir, o que le dijeran o mostraran. Es por ello por lo que relativizó la verdad postulando que no existen verdades absolutas, sino que éstas dependerán del contexto sociohistórico-cultural en el cual sean circunscritas. Teoría esta suya que le enfrentó a la tradición positivista (las verdades se encuentran en el mundo, sólo depende del hombre a través de la ciencia descubrirlas).
Sea como fuere, con Descartes aprendemos que, tras muchos siglos de humanidad, la búsqueda de la verdad es natural al hombre bueno. Que la verdad es certeza y conocimiento y que debe ser conocida, señalada, mostrada en libros, pinturas, artículos, obras, esculturas, músicas y oraciones…aunque duela, por real, por cruel, por ser en si misma realidad suprema, indiscutible.
Ejemplo terrorífico de esta ocultación de la verdad de las cosas y con ello de la propia existencia y evolución del hombre fue la URSS. No cabe ni imaginar la tristeza, el dolor y la aflicción del alma de tantos millones de personas a los que se les cercenó de raíz la más básica de las libertades: el pensar.
El dudar de lo existente y la búsqueda de la verdad con que nos apremiaba Descartes conllevaba el descrédito, la humillación, el confinamiento cuando no la muerte. Ejemplo dentro del ejemplo de una “verdad” inventada frente a la verdad de lo ocurrido, fue el desastre de la central nuclear de Chernóbil y las decisiones tomadas a su raíz que todavía afligen a cientos de miles de personas.
En la actualidad vivimos saturados de insinceridad, de relatos dirigidos, de medias verdades intencionadas, de falsas verdades, cuando no de directas mentiras. Continúan los poderosos, los gobiernos, los telepredicadores “imponiendo” sus verdades, ahora llamados relatos, a través de cualquier mecanismo que procure afianzar determinadas tesis y dogmas. Cualquier método les sirve, el discurso, las normas jurídicas, los medios de comunicación históricos o las modernas redes sociales. El caso es generar miedo al futuro y división entre los hombres. Todo con el oculto objetivo de su permanencia en la cúspide de la pirámide de la sociedad. Olvidándose de la humanidad del hombre; como en el medievo.
Es tiempo por tanto de aferrarse más aún en la búsqueda eterna de la verdad, porque existe, porque está ahí, en las fuentes primarias, libre y gratuita: esperando a mostrarse al hombre libre. Aquel que toma sus propias decisiones, el que aprende, el honesto, el humilde, el hombre bueno en verdad.
Mas vale conocer la verdad y ser libre de asumir su gozo o su pena, que vivir en las tinieblas de la ignorancia, en la superficialidad de la incultura y la mediocridad del ser. No ha venido el hombre al mundo a “no ser”. O sí.